-¿De dónde son estas naranjas?

El dependiente de la frutería no me sabe contestar. En la tienda no hay etiquetas visibles. No las compro.

Saber de dónde vienen los productos que consumimos es muy importante y que estén acompañados del etiquetado adecuado es necesario para comprobar su trazabilidad.

Durante el proceso de producción, todo alimento sigue un largo y complejo recorrido. A través del sistema de trazabilidad es posible seguir el rastro de todos y cada uno de estos pasos con un triple objetivo: que los productores aumenten la seguridad, que el consumidor obtenga toda la información necesaria y que la gestión de cualquier posible riesgo sea más rápida y fácil.

Estos días es noticia la muerte de una mujer leonesa y la intoxicación de varias personas que probablemente tienen como origen las setas que sirvió el restaurante valenciano Riff. Se distribuyeron desde una empresa del sur de la provincia de León y procedían de China.

Con estos datos, la Conselleria de Sanidad de Valencia se puso en contacto con la administración de Castilla y León, que realizó una inspección en la empresa, cuyo propietario ya había paralizado los pedidos hasta que se aclare la causa de la intoxicación. Además, él mismo solicitó una analítica para comprobar si el producto era apto para el consumo.

Un buen sistema de trazabilidad nos permite tirar del hilo para encontrar el origen de cualquier problema de seguridad alimentaria. Se va verificando qué pasó en cada fase de tratamiento del producto, como un detective en una reconstrucción de los hechos, hasta dar con el problema. Además, así se puede retirar del mercado si es necesario la partida afectada y prevenir nuevos problemas.

Por ello es tan importante la etiqueta de los alimentos. Es una de las principales herramientas que permiten su trazabilidad. Además del código de barras, tiene que contener el origen (si es carne, dónde se ha engordado y sacrificado el animal), los ingredientes y el centro de fabricación o distribución, entre otros datos.

Fijarnos en las etiquetas y la procedencia de lo que comemos nos permite también como consumidores ser conscientes del recorrido que hace antes de llegar a nuestro hogar. Si nos preocupa nuestra huella ecológica, podremos elegir productos de proximidad y tener más datos sobre su producción.

También la trazabilidad es especialmente importante para las personas alérgicas, intolerantes a la lactosa, celíacas o que siguen alimentaciones como la vegana, vegetariana, kosher o halal, entre otras, que necesitan asegurarse de que no se ha producido contacto con un producto que le causa alergia o intolerancia, carne, lácteos u otros en ningún punto de la cadena de suministro.

Así, no es capricho exigir un correcto etiquetado en los comercios. A veces una etiqueta puede salvar vidas.